El abogado experto en sucesiones que protagonizara El corazón de la niebla le sigue ahora la pista a un personaje legendario, aventurero y enigmático, Tristán de Barrantes, uno de los protagonistas reales de la tercera guerra carlista, junto al que conoceremos esta confrontación civil de finales del siglo XIX en la frontera navarra. Sin embargo, en su búsqueda de herederos de aquellas ideas, encuentra testigos del hecho que significó el verdadero fin de aquel movimiento popular: los sucesos de Montejurra. Aún se especula sobre la posible implicación de los servicios secretos del Gobierno en este oscuro episodio ocurrido en el 76.

Miguel Sánchez-Ostiz parte de la apasionante historia de un hombre mítico, que exprimió la vida como si ésta no tuviese límites, para trasladarnos al mundo del fascismo durante la transición, un asunto sobre el que la sociedad española ha preferido echar tierra para poder seguir adelante, pero que puede estar más latente de lo que parece en las modernas versiones oficiales.

En Bayona, bajo los porches es el segundo episodio de Las armas del tiempo, un ciclo narrativo abierto que tiene como trasfondo la historia reciente de nuestro país vista desde la geografía física y literaria del País Vasco y Navarra. Miguel Sánchez-Ostiz ha puesto todo su empeño formal en superar los límites del género y ha cambiado la perspectiva y el modo de expresión que en él son habituales, dando forma a un proyecto literario en el que conviven la aventura, la reconstrucción histórica, la tradición de los mitos vascos y la indagación detectivesca.

NOVELA. CUENTO. NARRATIVA.

Las mudanzas y los cambios en nuestro paisaje cotidiano son una buena ocasión para reparar en que tal vez no sea más tarde de lo que pensamos, pero sí que en los negocios del vivir no hay tiempo que perder. Con paisaje del alma o sin él, con casa de la vida o sin ella, el camino nos espera, la intensidad del vivir no admite tregua.
En estas páginas desfilan/pasan, los días invernales de Bucarest, una ciudad entre oriente y occidente, con nieve en las calles y bandadas de cornejas en el cielo de sus atardeceres; bisericas oscuras, casinos, ruinas, sinagogas y cementerios recónditos. Y tras las calles de Mircea Eliade, Sebastian y Manea, las de Valparaíso, esa ciudad que inventó, dicen, Pablo Neruda; el puerto de los personajes de Salvador Reyes, del cineasta Raúl Ruiz, de Aldo Francia y Joris Ivens, la niebla y el mugido de las sirenas de los buques; y al cabo de sus escaleras interminables las huellas de las botas de Robert Louis Stevenson, en su vitrina del museo de Edimburgo, la ciudad de la que salieron sus ladrones de cadáveres, su doctor Jeckyll y su mister Hyde, y en la que también echó a andar el doctor Watson, tras los pasos de Sherlock Holmes.
Estas páginas dan cuenta de mudanzas, viajes, de escenarios de pasiones literarias y no literarias, pesquisas, hallazgos, encuentros intensos. Un recuento de cosas vistas y de episodios vividos con la guía de que aquello que concierne a la intensidad de la propia vida, no admiten aplazamientos.
 

LITERATURA: Hª, TEORIA, CRITIC

"Este viaje empieza en el aeródromo santiaguino de Tobalaba, cierto, una mañana de finales de verano, pero en realidad empieza mucho antes. Empieza allá lejos y hace tiempo. En el tiempo de los sueños, de las fantasías del viajero inmóvil. La de Juan Fernández es una de mis viejas fascinaciones, un lugar a donde iban y de donde venían mis personajes, y yo mismo claro, sin saber ni adónde íbamos ni de dónde veníamos. Una imaginaria puerta de fuga."
Miguel Sánchez-Ostiz emprende -seducido por el mito del robinson y el deseo de ocupar un lugar imaginario con pasado mítico- un viaje a uno de los escenarios de la novela Robinson Crusoe, tejida sobre la vida del marino escocés Alexander Selkirk, que fue abandonado en la anodina isla chilena de Juan Fernández en el mes de octubre de 1703.
Como buen robinson, Sánchez-Ostiz se establece en la isla, relacionándose con sus variopintos moradores y enfrentándose a un mes de solitarias andaduras por el pintoresco paisaje de este rincón del fin del mundo; lugar de aventuras remotas, refugio de piratas y buscadores de oro, objetivo de naturalistas, aventureros y balleneros, penal de la Inquisición, escondite de un tesoro mítico e idílico lugar para practicar el robinsonismo: esa "forma de rebeldía y también de deserción".
La isla de Juan Fernández es, sin duda, el viaje de una vida, una expedición a la concreción real de un lugar mítico y legendario.

"Este viaje empieza en el aeródromo santiaguino de Tobalaba, cierto, una mañana de finales de verano, pero en realidad empieza mucho antes. Empieza allá lejos y hace tiempo. En el tiempo de los sueños, de las fantasías del viajero inmóvil. La de Juan Fernández es una de mis viejas fascinaciones, un lugar a donde iban y de donde venían mis personajes, y yo mismo claro, sin saber ni adónde íbamos ni de dónde veníamos. Una imaginaria puerta de fuga."
Miguel Sánchez-Ostiz emprende -seducido por el mito del robinson y el deseo de ocupar un lugar imaginario con pasado mítico- un viaje a uno de los escenarios de la novela Robinson Crusoe, tejida sobre la vida del marino escocés Alexander Selkirk, que fue abandonado en la anodina isla chilena de Juan Fernández en el mes de octubre de 1703.
Como buen robinson, Sánchez-Ostiz se establece en la isla, relacionándose con sus variopintos moradores y enfrentándose a un mes de solitarias andaduras por el pintoresco paisaje de este rincón del fin del mundo; lugar de aventuras remotas, refugio de piratas y buscadores de oro, objetivo de naturalistas, aventureros y balleneros, penal de la Inquisición, escondite de un tesoro mítico e idílico lugar para practicar el robinsonismo: esa "forma de rebeldía y también de deserción".
La isla de Juan Fernández es, sin duda, el viaje de una vida, una expedición a la concreción real de un lugar mítico y legendario.

Este libro es el resultado de la lectura recurrente, entusiástica y arbitraria de las obras de un escritor que, a cuarenta años de su muerte, se deja leer con una frescura rara y que encuentra, mucho mejor que ningún otro de su tiempo, lectores cómplices: los famosos barojianos. Libro parcial y subjetivo, que quiere responder al porqué de esa fascinación por el aventurero pasivo, el peatón de las ciudades, el paciente y minucioso erudito que, entre otras muchas cosas, fue Pío Baroja, por su obra, su personalidad y su mundo abigarrado, repleto de personajes y de lances que, a su modo, explican la vida que lo sostiene y que quedó atrapada en él como un bosque en la niebla.